Todos los jueves en los que me resulta posible, quedo a comer con mi maestro el Metalero. No es fácil ni confortable, pues casi siempre tengo que quedarme haciendo tiempo en la sección de Libros del Hipercor de Méndez Álvaro, pero invariablemente merece la pena. Y es así porque en nuestras conversaciones, frente a lo que generalmente es grasa frita que sólo con un gran esfuerzo merece el nombre de comida (¿y lo buena que está?) acabamos hablando de temas impresionantemente sesudos para un servidor, que siempre ha mirado las abstracciones con recelo. En nuestros debates hablamos de todo un poco, y hoy el debate ha tratado, por ese orden, de mujeres, el maoísmo, la racionalización del terrorismo, música experimental islandesa, y por último, del Proceso de Bolonia.
Como yo ya estoy licenciado, tampoco es que me haya interesado mucho por éste último tema. Las reacciones respecto al proceso, incluida la huelga de hoy, siempre me han traído bastante al pairo, acostumbrado como estoy al inercial sistema de protesta de la universidad hispana, basada en la existencia, difícilmente discutible, de dos lacras que corroen nuestro sistema universitario: mucho carcamal pegado a la cátedra y mucho peñuki dedicado en cuerpo y alma al no a todo salvo la litrona (y el porro).
Que la universidad española necesita y merece un cambio, bienvenido sea. Pero viendo el debate en "59 Segundos" que me recomendó ver mi maestro, queda claro que el cambio que Bolonia va a traer no es el cambio que necesita la universidad.
Una de las cosas que más me gustan de éstas conversaciones con mi amigo es que me incitan a poner en claro y de forma relativamente articulada las convicciones que, generalmente, bailan en mi cabeza. Y lo que ha contribuido la comida de hoy a poner en claro es mi opinión acerca de la universidad, debido a una frase que se dice en el debate: la intención última del empresariado es "desvincular a la Universidad del estado del bienestar e integrarla en la corriente de la competitividad."
La primera falacia de la frase es utilizar la expresión "estado del bienestar". El neoliberalismo y, tristemente, la neosocialdemocracia, ven el "estado del bienestar" como un fruto maléfico de los buenos tiempos tras la II Guerra Mundial, de probada inutilidad y tan obsoleta como la máquina de escribir o los discos de vinilo. Lo que se pretende, naturalmente, es desvincular la universidad del Estado, a secas.
La universidad surge en la Edad Media al amparo de los grandes poderes político-económicos (léase, la Iglesia Católica en un principio, las crecientes monarquías nacionales posteriormente) con un único y definido objetivo: permitir la formación académica de élites instruidas de forma permanente y constante. El objetivo aquí es doble, y aquí reside el meollo de la cuestión: por una parte se crean élites, pero por otra, y lo que en mi opinión es la consecuencia más importante, se crea un medio en el cuál puede desarrollarse la innovación.
Universidad viene de "estudios universales"; es decir, lugares dónde puede estudiarse sobre todos los ámbitos del saber. He ahí la gran riqueza que la universidad pública permite: que se sigan manteniendo ciencias e investigaciones que la lógica del mercado no podría seguir existiendo. ¿De qué sirve en un mercado laboral un filósofo? ¿Y un latinista? ¿Y un paleobotánico? Y sin embargo, esas ciencias perduran y progresan porque hay un amparo público a su pervivencia. La doble función de la universidad pública es esa: amparar la ciencia en todos sus ámbitos y, lo que no es menos importante, permitir que las ciencias que no son necesarias desde un punto de vista económico sobrevivan.
Pero eso, dentro de la idea neoliberal, es un desperdicio de dinero y de esfuerzo. Todo lo que contribuye al crecimiento económico, debe ser abandonado. Aparte, la Universidad pública genera élites que, al no necesitar del sistema capitalista para obtener esa posición, pueden (y, generalmente, son) hostiles al sistema neoliberal y críticos de su prominencia. Y eso es, como no, intolerable.
Bolonia da "libertad" a las universidades para elegir qué carreras impartir. Permite a las empresas privadas financiar cátedras y cursos; así como incentiva la existencia de prácticas privadas en empresas. Si una empresa X me da Y por poner a Z estudiantes de becarios por B euros al mes (siendo B una cifra intermedia entre empleado del McDonald's de Dubai y niño semiesclavo filipino), recibir dinero es más gratificante que darlo, así que la conclusión es clara: el que no sabe, Empresariales, y el que sabe, también. Y así sucesivamente.
Ya he hablado aquí de como la Unión Europea se ha convertido en una máquina para impulsar las ideas neoliberales, amparados por el odio cerril (e irracional) de 100 millones de centroeuropeos al comunismo y a cualquier cosa que se le parezca.
Y, as usual, en España nos comemos cualquier cosa que venga de Bruselas como si maná del cielo fuese, esperando que nadie se lea el texto de la directiva.
En todo caso, voy a ser más constructivo, y en lugar de decir directamente "no", o proponer quintuplicar las becas (lo cuál ocurrirá el día en el que salgas de la cafetería y pilles tu fusil para hacer la revolución social armada, lo que viene a ser nunca), permítanme sugerir ideas:
Primero: Ya lo he dicho antes: toda guardería/escuela/instituto/universidad, sea público o privado, debe ser:
a) Absolutamente gratuito en el caso de la educación obligatoria. En el caso de la educación no obligatoria, debe costar exactamente lo mismo estudiar en una escuela pública que en una privada; en ningún caso (repito, ningún caso) a una persona que tenga la capacidad demostrada de recibir educación superior deben faltarle medios para recibirla, si quiere.
b) Los medios con los que cuenta una escuela pública y una privada, tanto a nivel material como a nivel humano, deben de ser similares.
c) Los planes de estudio y exámenes deben de ser, cuándo no iguales, estrictamente homologables entre sí.
Ante ésto, uno se pregunta: ¿si las cosas fuesen así, por qué debería alguien elegir una guardería/escuela/instituto/universidad privada? Respuesta: porque existen diferencias entre las personas respecto al motivo por el cuál un tipo fue clavado a un madero en Palestina hará unos 1975 años. Y ese debe de ser el único motivo.
Y si me dicen que es imposible, les respondo: en Finlandia es así. Y a qué no saben qué: les va muy bien.
Segundo: El segundo punto es corolario del primero: el sistema educativo debe actuar como criba. Y, en una educación democrática, un gañán es un gañán, tenga el dinero que tenga. La educación privada no puede servir como atajo de cretinos forrados; no digo que todos lo sean (no se me vayan a echar encima), pero no me digan que no conocen a alguno.
En todo caso, estamos con la versión modernizada del virus de la hidalguía que afectó a la España del Siglo de Oro. Cualquier cosa que no sea la universidad se ve como un fracaso, y eso desvaloriza al mismo tiempo a la universidad y a la formación profesional.
En todo caso, si tras la educación obligatoria no se tiene la capacidad de entrar en el Bachillerato, uno debe hacer FP o marcharse; hacer atractiva a la FP es, como siempre, la asignatura pendiente en éstos casos, y ahí, sí, más dinero es el único camino. Y para que se vea que no soy un comunista comeniños, no estoy en desacuerdo con que las empresas financien en parte la formación profesional; total, es para su propio beneficio.
Tercero: La Universidad debe ser universal. Se trata de la función histórica de la universidad: perpetuar la cultura más allá del corto y medio plazo. ¿Que hay ocho estudiantes de Filología Hebrea? Me puedo apostar mi sombrero a que todos y cada uno de ellos están ahí porque les apasiona lo que hacen y darán lo que haga falta para que dentro de cincuenta años, si a un chaval de quince años le da por fascinarse por la Torah, el Talmud y sus cosas, haya alguien dispuesto a enseñarle todo lo que sabe para que pueda dar rienda suelta a su fascinación. Éstas cosas van más allá del dinero; es perpetuar el saber, cosa que se lleva haciendo desde el siglo XI hasta hoy. No puede perderse de ninguna de las maneras.
Seguiremos informando.
Como yo ya estoy licenciado, tampoco es que me haya interesado mucho por éste último tema. Las reacciones respecto al proceso, incluida la huelga de hoy, siempre me han traído bastante al pairo, acostumbrado como estoy al inercial sistema de protesta de la universidad hispana, basada en la existencia, difícilmente discutible, de dos lacras que corroen nuestro sistema universitario: mucho carcamal pegado a la cátedra y mucho peñuki dedicado en cuerpo y alma al no a todo salvo la litrona (y el porro).
Que la universidad española necesita y merece un cambio, bienvenido sea. Pero viendo el debate en "59 Segundos" que me recomendó ver mi maestro, queda claro que el cambio que Bolonia va a traer no es el cambio que necesita la universidad.
Una de las cosas que más me gustan de éstas conversaciones con mi amigo es que me incitan a poner en claro y de forma relativamente articulada las convicciones que, generalmente, bailan en mi cabeza. Y lo que ha contribuido la comida de hoy a poner en claro es mi opinión acerca de la universidad, debido a una frase que se dice en el debate: la intención última del empresariado es "desvincular a la Universidad del estado del bienestar e integrarla en la corriente de la competitividad."
La primera falacia de la frase es utilizar la expresión "estado del bienestar". El neoliberalismo y, tristemente, la neosocialdemocracia, ven el "estado del bienestar" como un fruto maléfico de los buenos tiempos tras la II Guerra Mundial, de probada inutilidad y tan obsoleta como la máquina de escribir o los discos de vinilo. Lo que se pretende, naturalmente, es desvincular la universidad del Estado, a secas.
La universidad surge en la Edad Media al amparo de los grandes poderes político-económicos (léase, la Iglesia Católica en un principio, las crecientes monarquías nacionales posteriormente) con un único y definido objetivo: permitir la formación académica de élites instruidas de forma permanente y constante. El objetivo aquí es doble, y aquí reside el meollo de la cuestión: por una parte se crean élites, pero por otra, y lo que en mi opinión es la consecuencia más importante, se crea un medio en el cuál puede desarrollarse la innovación.
Universidad viene de "estudios universales"; es decir, lugares dónde puede estudiarse sobre todos los ámbitos del saber. He ahí la gran riqueza que la universidad pública permite: que se sigan manteniendo ciencias e investigaciones que la lógica del mercado no podría seguir existiendo. ¿De qué sirve en un mercado laboral un filósofo? ¿Y un latinista? ¿Y un paleobotánico? Y sin embargo, esas ciencias perduran y progresan porque hay un amparo público a su pervivencia. La doble función de la universidad pública es esa: amparar la ciencia en todos sus ámbitos y, lo que no es menos importante, permitir que las ciencias que no son necesarias desde un punto de vista económico sobrevivan.
Pero eso, dentro de la idea neoliberal, es un desperdicio de dinero y de esfuerzo. Todo lo que contribuye al crecimiento económico, debe ser abandonado. Aparte, la Universidad pública genera élites que, al no necesitar del sistema capitalista para obtener esa posición, pueden (y, generalmente, son) hostiles al sistema neoliberal y críticos de su prominencia. Y eso es, como no, intolerable.
Bolonia da "libertad" a las universidades para elegir qué carreras impartir. Permite a las empresas privadas financiar cátedras y cursos; así como incentiva la existencia de prácticas privadas en empresas. Si una empresa X me da Y por poner a Z estudiantes de becarios por B euros al mes (siendo B una cifra intermedia entre empleado del McDonald's de Dubai y niño semiesclavo filipino), recibir dinero es más gratificante que darlo, así que la conclusión es clara: el que no sabe, Empresariales, y el que sabe, también. Y así sucesivamente.
Ya he hablado aquí de como la Unión Europea se ha convertido en una máquina para impulsar las ideas neoliberales, amparados por el odio cerril (e irracional) de 100 millones de centroeuropeos al comunismo y a cualquier cosa que se le parezca.
Y, as usual, en España nos comemos cualquier cosa que venga de Bruselas como si maná del cielo fuese, esperando que nadie se lea el texto de la directiva.
En todo caso, voy a ser más constructivo, y en lugar de decir directamente "no", o proponer quintuplicar las becas (lo cuál ocurrirá el día en el que salgas de la cafetería y pilles tu fusil para hacer la revolución social armada, lo que viene a ser nunca), permítanme sugerir ideas:
Primero: Ya lo he dicho antes: toda guardería/escuela/instituto/universidad, sea público o privado, debe ser:
a) Absolutamente gratuito en el caso de la educación obligatoria. En el caso de la educación no obligatoria, debe costar exactamente lo mismo estudiar en una escuela pública que en una privada; en ningún caso (repito, ningún caso) a una persona que tenga la capacidad demostrada de recibir educación superior deben faltarle medios para recibirla, si quiere.
b) Los medios con los que cuenta una escuela pública y una privada, tanto a nivel material como a nivel humano, deben de ser similares.
c) Los planes de estudio y exámenes deben de ser, cuándo no iguales, estrictamente homologables entre sí.
Ante ésto, uno se pregunta: ¿si las cosas fuesen así, por qué debería alguien elegir una guardería/escuela/instituto/universidad privada? Respuesta: porque existen diferencias entre las personas respecto al motivo por el cuál un tipo fue clavado a un madero en Palestina hará unos 1975 años. Y ese debe de ser el único motivo.
Y si me dicen que es imposible, les respondo: en Finlandia es así. Y a qué no saben qué: les va muy bien.
Segundo: El segundo punto es corolario del primero: el sistema educativo debe actuar como criba. Y, en una educación democrática, un gañán es un gañán, tenga el dinero que tenga. La educación privada no puede servir como atajo de cretinos forrados; no digo que todos lo sean (no se me vayan a echar encima), pero no me digan que no conocen a alguno.
En todo caso, estamos con la versión modernizada del virus de la hidalguía que afectó a la España del Siglo de Oro. Cualquier cosa que no sea la universidad se ve como un fracaso, y eso desvaloriza al mismo tiempo a la universidad y a la formación profesional.
En todo caso, si tras la educación obligatoria no se tiene la capacidad de entrar en el Bachillerato, uno debe hacer FP o marcharse; hacer atractiva a la FP es, como siempre, la asignatura pendiente en éstos casos, y ahí, sí, más dinero es el único camino. Y para que se vea que no soy un comunista comeniños, no estoy en desacuerdo con que las empresas financien en parte la formación profesional; total, es para su propio beneficio.
Tercero: La Universidad debe ser universal. Se trata de la función histórica de la universidad: perpetuar la cultura más allá del corto y medio plazo. ¿Que hay ocho estudiantes de Filología Hebrea? Me puedo apostar mi sombrero a que todos y cada uno de ellos están ahí porque les apasiona lo que hacen y darán lo que haga falta para que dentro de cincuenta años, si a un chaval de quince años le da por fascinarse por la Torah, el Talmud y sus cosas, haya alguien dispuesto a enseñarle todo lo que sabe para que pueda dar rienda suelta a su fascinación. Éstas cosas van más allá del dinero; es perpetuar el saber, cosa que se lleva haciendo desde el siglo XI hasta hoy. No puede perderse de ninguna de las maneras.
Seguiremos informando.
2 comentarios:
Me ha encantado Thiago, parece que en este caso la cantidad no ha afectado a la calidad...
Ahora bien, me ha quedado una inquietante duda, ¿qué hacemos con los ricachos zoquetes? ¿Al ejército?
Miedo me da.
¡¡Plas, plas, plas, plas!!
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